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Violencia sexual, una gigante oculta que podemos derribar con unidad y empatía

Por Alejandra Haukalluk. Sin dudas la violencia sexual es algo que existe desde siempre, lamentablemente claro; son miles las personas que han sufrido alguna vez de abuso sexual, violación o acoso sexual, son miles los agresores y muchísimas veces su identidad ha quedado oculta.

Hoy estos hechos comienzan a cambiar, se han comenzado a visibilizar los casos de violencia sexual y se comienza a sacar a la víctima del lugar de culpable, animándola a hablar, a contar lo que ha vivido y a denunciar a quien la ha atacado. Por supuesto que muchos medios retrógrados siguen exhibiendo a la víctima como responsable de lo que le ha ocurrido, resaltando su vestimenta, la hora en la que circulaba, los lugares a los que asistía, cosas que nada tienen que ver con ser violentadas en su integridad, cosas que dejan al agresor sin culpa, sin responsabilidad, como dándole la razón de lo que han hecho; estos medios, estas personas son quienes todavía refuerzan un pensamiento machista basado en que un hombre puede hacer lo que quiera con una mujer por el solo hecho de creerse superior a ella.

Sin embargo, están obviando que la mayoría de los hechos de violación o abuso sexual se dan en los hogares de las víctimas o de sus vecinos o familiares, siendo miembros de la familia o conocidos quienes las atacan, y estos son los casos más difíciles de contar, porque la victima tiene un “vinculo” con su atacante, porque las personas de confianza de la víctima son muy cercanos al agresor, porque tantas veces ya ha visto en la televisión o ha escuchado en la radio que la culpable de ser violentada es ella, y es ahí donde aparece el miedo que no deja hablar, que inmoviliza.

Este es un miedo paralizante que ha dejado a cientos de víctimas de violencia en silencio, lo que trae también un sinfín de consecuencias, tales como la ansiedad o depresión, estrés postraumático, la disminución de la autoestima, cambios de personalidad, alteraciones de la vinculación afectiva, autolesiones, también el rechazo hacia todo el género masculino y la desconfianza hacia las personas en general, lo que deriva a su vez en conductas de retraimiento y muchas veces en el uso de sustancias.

Estas lesiones en la psiquis, provocadas por la violencia sexual, dejan a la víctima en una realidad oscura, en la que se encuentran pasando una y otra vez por situaciones negativas inevitables por la incapacidad de distinguir dicha realidad. Transitan la vida atravesando muchas circunstancias, hasta tocar fondo y salir para comenzar de nuevo, es en este momento cuando el apoyo de los seres queridos, la información y sobre todo el tratamiento psicológico, son de suma importancia para que una víctima de abuso o violación pueda encontrar un nuevo camino para su vida. Asimismo, un hecho de violación es algo que va a acompañar siempre a la víctima, con altos y bajos, con días buenos y otros no tanto, pero la diferencia está en poder observarse a sí misma como víctima de una persona violenta, no como culpable o responsable de lo vivido.

Informarse y reconstruir los hechos de forma interna es el primer paso, luego poder hablar y compartir con un profesional o con una persona cercana todo lo que ha pasado es el segundo paso y el más importante, ya que es el que libera, el que deja más liviana la mochila de la vida; y por ultimo denunciar, no dejar al agresor en plena libertad, viviendo su vida como si nada hubiera hecho.

Sí, la justicia es lenta, patriarcal y machista, pero son hechos que se tienen que denunciar primero de forma legal y luego de forma social, para que todos conozcan a quien es capaz de jugar con la integridad de otra persona, de anular sus derechos y de tratarla como si nada valiera.

Aunque el abuso sexual y la violación están relacionados, no implican lo mismo, existen algunas diferencias claves entre ellos, vamos a destacar a continuación algunas de ellas.

Uso de la violencia física

La principal diferencia que distingue ambos conceptos es la presencia o ausencia de violencia física e intimidación, entendiendo violencia física como acciones orientadas a impedir los movimientos de la otra persona o a provocar dolor y heridas.

En el abuso sexual no se emplea necesariamente la fuerza o la violencia física para someter a la persona abusada (aunque puede aparecer en algunos casos). Por ejemplo, se puede emplear la persuasión o el desconocimiento de lo que está ocurriendo (es lo que ocurre en gran parte de los casos de abuso sexual infantil o hacia personas con discapacidad).

Sin embargo, en el caso de la violación, como agresión sexual que es, por lo general se emplea el uso de la fuerza, la intimidación o el uso de sustancias que ponen a la víctima en situación de vulnerabilidad al no ser capaz de consentir o negarse, o bien que disminuyen su estado de conciencia.

Existencia de penetración forzosa

Además de que aparezca o no violencia, una de las principales características de la violación es que en ella aparece necesariamente la penetración o acceso carnal (sea con partes del cuerpo u objetos) forzada o inducida en contra de la voluntad de la víctima.

En los abusos sexuales sin embargo no es necesario que exista penetración. Como ya hemos dicho, se considera como tal todo acto que coarte la libertad sexual mediante medios que no sean la violencia física, no siendo imprescindible para ello que exista un contacto físico entre ambos sujetos.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que se pueden mantener relaciones sexuales y que sean consideradas abuso si lo que media no es la violencia sino la manipulación o el aprovechamiento de superioridad, como en el estupro (en este caso se sigue considerando abuso aún si la víctima consciente).

Percepción de los hechos

Otra diferencia clara se da ante la percepción de los hechos por parte de las víctimas. La víctima de violación es casi siempre consciente de lo que está ocurriendo y de que ha sufrido una agresión desde el mismo momento en que ocurre (a menos que estemos hablando de un caso en el que se han utilizado sustancias que alteran la conciencia). Si bien en muchos casos no lo hacen por miedo o por otras circunstancias, suelen ser conscientes de que han sido víctimas de un delito y que deberían denunciar o explicárselo a alguien.

Sin embargo, si bien en muchos casos de abuso sexual la víctima sí es consciente de estar siendo abusada, en otros muchos puede no serlo.

Es posible asimismo que no se viva inicialmente como algo adverso, desconociendo lo que implica o la gravedad de los hechos. Justamente eso es lo que ocurre en algunos casos de abuso sexual a menores en que inicialmente el menor puede creer que es un juego secreto entre el abusador y él, no siendo consciente de lo que ocurrió realmente hasta mucho tiempo después.

Penas impuestas

Ambos tipos de delito son graves y penados por ley, pero por lo general encontramos que los actos de agresión sexual son más penados que los de abuso. Por ejemplo, la violación se castiga con penas de entre seis y doce años de prisión (ampliables si se dan determinadas circunstancias agravantes).

En los abusos sexuales la pena a aplicar va a variar enormemente según el tipo de acto realizado. En el caso de que exista acto sexual o algún tipo de penetración las penas oscilarán entre los cuatro y diez años.

Para finalizar es importante resaltar que siempre, cualquiera sea la situación, si te hizo sentir mal tenés que contarlo, tu derecho es poder hablar de lo ocurrido y ser escuchada o escuchado, tal vez en la primera vez que puedas hablar no recibas ayuda o respuestas de la otra parte, pero siempre existe alguien dispuesto a escuchar a las víctimas y ayudar a salir de situaciones negativas. Para quienes son testigos de violencia, también es importante saber que tienen la obligación y responsabilidad moral de intervenir en la situación ofreciendo ayuda a la víctima, recordar también que para una persona víctima de violencia es sumamente difícil pedir ayuda o aceptarla de inmediato, lo importante es insistir en sacarla de ese contexto cuanto antes.

 Lo más importante es ser consciente de lo que ha ocurrido y poder buscar ayuda, quitarse los miedos a realizar una denuncia y saberse siempre víctima, nunca responsable de lo vivido.

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