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Locales

La toma del Centro Cívico dejó al descubierto la manipulación por medio de Planes Sociales

El problema es bien conocido en el entorno periodístico y es de mayor magnitud de lo que aparenta. Sin ir más lejos, una posible consecuencia del mismo, es hoy la efervescencia que se ha producido entre los beneficiarios de planes sociales que exigen mejoras y se ha convertido en un tira y afloje entre los que lo cobran y los que no.

Más allá de lo que pudimos tener como sensación en lo ocurrido en nuestra localidad el pasado 22 de marzo y que fuera de público conocimiento, nadie quiere hablar u opinar sobre el tema y mucho menos, quitar cualquier tipo de apoyo económico a las familias, especialmente ante la eventual reacción de los mismos y de su grupo de pertenencia. Es evidente, que estamos frente a un claro problema de incentivos con un fin político, pero que no benefician a los que lo cobran, porque a la larga… los termina perjudicando.

Edgardo Zablotsky, Profesor de Economía y columnista de El Cronista Comercial se ha hecho las mismas preguntas que nos hacemos todos.

¿Por qué se ha llegado a semejante instancia? Comencemos por preguntarnos quienes reciben los planes sociales, ¿graduados universitarios? Es obvio que no. Una gran cantidad de beneficiarios no ha terminado la escuela primaria y la amplia mayoría no ha completado sus estudios secundarios. ¿Por qué no haberles exigido, al instaurarse el respectivo plan, que concurran a una escuela de adultos como requisito para cobrar la asignación? Imaginémonos, si se hubiese implementado algo así hace 30 años.

¿Que otro propósito tiene una política social que la eliminación de la necesidad de tal política, y que mejor forma de hacerlo que incentivando la generación de capital humano en aquellos que lo necesitan?

La respuesta, la encontramos nuevamente en un problema de incentivos. El gobierno que imponga dicha condición habría de pagar los costos políticos de llevarla a cabo y los beneficios sólo se verán en el largo plazo, cuando eventualmente otra sea la administración en funciones. ¿Qué político estaría dispuesto a pagar los costos para que sus sucesores obtengan los beneficios? Difícil de imaginarlo en nuestra realidad.

En el caso de nuestra localidad, vemos a diario que se suman nuevas caras a las organizaciones sociales. El motivo; falta de oportunidades laborales y dinero fácil, una combinación que nos hace retroceder como sociedad y que pone en veredas opuestas a aquellos que salen a trabajar de sol a sol y tienen que pagar impuestos para quedarse con lo poco que les queda. Para que se entienda, es una lucha de pobres contra pobres. Nunca más oportuno el dicho de “Divide y reinarás” o “Divide et impera”, frase de dudoso origen atribuida al dictador y emperador romano Julio César, que resume la estrategia con la que los gobernantes nos manejan a su antojo.

En la Argentina, como en el resto de los países de América Latina, los planes sociales proveen en su mayoría transferencias de ingresos no contributivas a grupos sociales pobres, que se caracterizan por presentar dificultades de inserción en el mercado laboral y que por tanto se constituyen en sectores vulnerables y/o excluidos de los sistemas de protección derivados de los empleos protegidos. En línea con esto, y a la luz de la experiencia de los últimos años, persisten debates sobre la aptitud y capacidad de los mismos para generar resultados, y aunque algunos reconocen el aporte que éstos [los planes sociales] hacen a las familias pobres y con niños en edad escolar, el facilitarles el contacto con sistemas de protección social más integrales, también se sabe sobre la persistencia de un conjunto de hogares en situación de elevada vulnerabilidad social, donde la transferencia recibida a través de los planes sociales, no alcanza a constituirse en un elemento suficiente para revertir la situación de desprotección y/o de carencia social que los afecta. Por lo tanto, antes de esforzarse y generar recursos propios, “reclaman más”.

Lo cierto, es que la política de asistencialismo sin contraprestación laboral se ha convertido en un obstáculo para la superación y un flagelo, que ya adquiere un carácter de gravedad para tenerlo muy en cuenta. Al modo que si dejemos que siga creciendo, estaremos sumidos en un problema institucional sin precedentes, con cortes frecuentes en las calles y manifestantes exigiendo “derechos humanos” ante cualquier delito cometido, una policía debilitada con una justicia blanda para los planeros y dura para los que trabajan. ¿Queremos esto para nuestra ciudad?.

Lamentablemente, ya se ha instalado la cultura de la dádiva y mucha gente se ha acostumbrado a vivir del trabajo ajeno, considerando esa forma de vida como un derecho adquirido. Hay quienes se sienten con derecho a no trabajar y a que otros los mantengan. Ya van varias generaciones que crecen viendo a sus padres sin trabajar viviendo de planes sociales, con lo cual toman como algo normal que otro los tenga que mantener o lo que vemos seguido en Alem, que tomen tierras “porque nadie las ocupa”.

Hace pocos días y con profundo dolor, me tocó experimentar un hecho que me veo en la obligación moral de hacerlo público, sin dar nombres de los involucrados que no viene al caso.

Una maestra de nuestra localidad pide a un alumno que termine su trabajo tal y como lo hacían sus compañeros de grado. La docente se acerca a ver porque uno de ellos no lo quería hacer, a lo que el menor le manifiesta “que no tenía ganas y que no le importaba la nota porque cuando sea grande va a cobrar un plan como su papá y mamá”, por lo que desde el colegio y ante las negativas del pequeño deciden citar a sus tutores.

Al llegar los progenitores al establecimiento escolar, sin mediar palabras comenzaron a insultar a los educadores. Sin entender estos el motivo de la agresión, la directora informa que “simplemente querían comunicar que el niño no quería hacer las tareas diarias correspondientes y tampoco las enviadas para hacerlas en su casa”. La respuesta fue tajante. “Si no aprueba a nuestro hijo vamos a denunciarla por querer pegarle y vamos a escracharla en las redes con nuestro grupo o vamos a cerrar la escuela”, intimaban a las docentes. Vergüenza ajena…

En conclusión, queda claro que los planes sociales, así como el empleo público no son el camino indicado para terminar con la pobreza, por el contrario, nos condena. Nos sumerge en una Alem cada vez más pobre y, tal vez, hasta más alejado a lo que solían llamar “un lugar para las oportunidades”.

Nota de la EDICIÓN IMPRESA DE ALEM.NEWS

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